publicado en el libro Tiempo sin orillas. Voces de Barlovento (2009)
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Al filo del balcón se rompe la ciudad:
camiones......librerías......perros......alcantarillas.
Vuelan desde el noviembre de enfrente
balones sucios de muchachos.
Riiiing......pupitre......portafolios......gises y pizarras
el profe con cara de noquierodarclase.
Silenciosa, te invento en el rayo de ventana
que desdibuja el presente.
Caminas ungido de tristeza,
un saborcillo lento de esperanza en la lengua.
Tu mano mozuela en mi abandono.
Sonrisa de infanta acorralada como gata.
.....Dios me arrulla en su camisa negra
.....igual que a una niña de cristal
.....en caja de tentaciones.
.....Los pájaros de la costumbre tienen rotas las alas.
No quiero regresar a mí
la gente muere.....la gente jode.....la gente lame
la gente sufre.....la gente llora y finge que llora.
Lo aprendí de mis hermanos,
lo aprendí de la sangre andariega,
lo aprendí del noticiero de las doce.
Toda una vida caminé entre el rebaño de tortillas,
zapatos raídos y medicinas de rebaja.
Serpenteaban los niños por un camino de púas,
madres.....obreros.....campesinos
médicos y sastres.....codo a codo
ultrajados por el tiempo.
Los mismos ojillos pétreos me arrinconaban
desde un huerto solitario.
Ciruelas derramadas en los callos viejos
de un viejo sentado rumbo a Nunca,
desnudo de esposa y de hijos.
Entre sorbos de girasoles respiro a Dios,
más grande que yo.....más sabio que yo....más triste que yo.
Sus ojos se parecen a los ojos de mi padre,
ojos abisales en abismos de niñez.
Largo negro de trenza sobre el poliéster a cuadros,
tulipán en los nudillos.
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Voz reseca de una directora gorda
llegas tarde.....siempre llegas tarde
mamá entintada en libros huecos
.....Shhht....no maldigas....no desees
la barriga caliente de mi abuela
.....todos morimos.....la pelona no escoge.
Y tú, acurrucado bajo el soplo de los gatos,
como gato maúllas una invisible cadena
en el pelambre oscuro de las horas.
Las cobijas del otoño enraman la cama
deshojada en truenos amarillos
como en los tiernos días que olían a mandarina.
Amansábamos la calle,
escritura al hombro,
tobilleras desdobladas,
hoyuelo espinoso en la barbilla.
Soñábamos un jardín de fuego
bajo pliegues de lluvia.
CRECIMOS.....nos manchamos
nos herimos
nos arrancamos de nosotros mismos.
Ahora me miras llorando en la cocina
con Van Gogh doblado bajo el brazo
y en los dientes un olvido.
.....Niña, húmeda de gritos.
.....¿Cuándo aprenderás a vivir?
Y tu lástima lastima mi existencia
cuando finjo que existo.
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