¡Tenía tanto qué hacer afuera...!
Ay, ¿cómo sin darme cuenta
les he dejado enmurallarme?
Constantino Cavafis
En
una cuarteadura de la calle
cien
hormigas rojas le quitan la piel a las pequeñas larvas
que han
salido del contenedor de basura.
Las
veo hacer diligentes su trabajo,
no
declinan,
ni
siquiera cuando el Sol despunta como blanca inflorescencia
en
los brazos de un árbol; la forma de las ramas
se
pierde en una luminosidad pringosa, caricia obscena de amarillos.
Al mirar
este árbol pienso en mi padre,
en
aquella vez que me encerró fuera del
mundo
igual
que a un gato salvaje,en su risa de cascabeles
y en
todas las lágrimas que no le he visto derramar
(pero
que seguramente existen).
Me
gustaría ser ave o flor engarzada en la fronda de luces
oviento
sibilino en la hendedura del tronco,
finalmente
fugaz, fugaz y ligera, sin tanta evocación encima.
Mientras
el soplo tibio de mayo enreja mis cabellos
vuelvo
a los industriosos insectos;
han
despellejado por completo a las prisioneras: nunca sabrán
lo
que es batir las alas, burlar el cerrojo de una puerta,
posarse
en el caramelo de un pastel, trazar una geodésica en el aire
para
escapar del matamoscas.
¿Qué
diferencia hay entre estos himenópteros
Es
como tener un trozo de Amazonas en mi barrio.
Mi
padre siempre tuvo miedo a los reptiles,
lo
recuerdo saliendo de su habitación en medio de la noche,
camisa
abierta y machete enhiesto,
el
filo sobre la testa de una víbora
con
tanto odio
como
si así degollara el mal en la Tierra.
Yo,
en cambio, amaba a las serpientes y a las termitas,
aún
más a los flamboyanes que rezumaban luz en el huerto.
Es
naranja, sí, el fulgor que desprende
el
ramaje sobre mi cabeza. El día apenas comienza
y ya
luce oxidado
como
la fotografía de un incendio que nadie extinguió.
Tan cercana a pesar de la geografía y esa sensación de tus versos míos, qué placer esas lecturas en las que te encuentras: espejos,en este caso de mujeres paralelas.
ResponderEliminarUn beso!
mujeres y líneas en universos cercanos. Abrazos.
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